Publicado el 10 de febrero de 2020.
Esta será la cuarta visita de la serie que tenemos programada para 2020. Tendrá lugar el viernes 24 de abril de 2020, a las 10.15 horas, y en ella conoceremos el Palacio de Liria.
Aunque tendrán prioridad los socios de Trotea, la visita está abierta también a familiares o conocidos que les acompañen. La estamos anunciando con mucha antelación porque, debido al precio de las entradas, de momento solo disponemos de 15. Si cubrimos este cupo, sacaremos nuevas entradas, aunque probablemente tendrá que ser para un día posterior. Por eso os pedimos que, a modo de preinscripción, confirméis vuestra asistencia, no después del viernes 21 de febrero, a José Luis Díaz de Liaño (teléfono 666 353 221; correo electrónico jdl2008@hotmail.es). El precio de las entradas es de 15 euros para los socios de Trotea y 18 euros para los no socios; abonaremos el importe en efectivo, en el momento de la visita.
Nos reuniremos, pues, el viernes 24 de abril, a las 10.15 horas, en la puerta del Palacio de Liria, calle de la Princesa 20.
Para información más detenida sobre la visita podéis seguir leyendo.
***
Aunque lo conozcamos como “palacio de Liria”, por sus orígenes sería más justo darle otro nombre: “palacio de Berwick”, por ejemplo. Para entenderlo bien, hay que retroceder a los primeros años del siglo XVIII, cuando, durante la guerra de Sucesión española, Felipe V contrató como mariscal de sus tropas al duque de Berwick. Se trataba de James Fitz-James Stuart, un hijo ilegítimo del rey Jacobo II de Inglaterra como indica su propio nombre: la partícula Fitz viene del francés fils, y así denominaban los reyes ingleses a sus hijos ilegítimos carentes de apellido. En español castizo, pues, algo así como “Jacobo hijo de Jacobo Estuardo”.
Pues bien, en reconocimiento de sus méritos en la contienda española, Felipe V tuvo a bien agregarle, al título de I duque de Berwick, el de Liria, por el nombre de la población valenciana a la que estaba ligado el ducado. Décadas después, uno de sus sucesores, Jacobo Fitz-James Stuart y Colón, III duque de Berwick y de Liria, decidió construirse en Madrid una mansión acorde con su posición y encomendó las trazas a Ventura Rodríguez, por entonces maestro mayor de las obras de la Villa. Este es el palacio que vamos a conocer.
Ventura Rodríguez se había formado con el italiano Giovanni Battista Sachetti y en la fachada principal combinó características de las dos grandes obras que su maestro había dejado en Madrid. Por un lado, el Palacio Real: ruptura de la horizontalidad mediante la inclusión de una serie de pilastras gigantes, de un nítido cuerpo central y de dos torres apenas salientes en los extremos. Por otro lado, el palacio de la Granja de San Ildefonso: portada tetrástila con un orden de semicolumnas gigantes y esbelto ático coronado por alegorías.
El ducado de Alba se une a los de Berwick y Liria
Las obras duraron de 1770 a 1783. Para entonces, el III duque de Berwick y de Liria ya mencionado se había casado con la hermana del XII duque de Alba, aunque en un principio los ducados permanecieron separados. Sin embargo, poco después, en 1802, al fallecer sin descendencia María del Pilar Teresa Cayetana, XIII duquesa de Alba (la inmortalizada por Goya), el ducado de Alba pasó a su sobrino Carlos Miguel Fitz-James Stuart, que era también VII duque de Berwick y de Liria. Los ducados de Alba, de Berwick y de Liria quedaron así unidos en una misma persona y, con ellos, el patrimonio correspondiente, incluido este palacio.
El inmueble en sí es un buen ejemplo de la arquitectura nobiliaria tardobarroca que se hizo en la Corte a finales del siglo XVIII. Durante la guerra civil de 1936-39 quedó arrasado por un bombardeo (solo quedaron las fachadas), aunque se salvaron los cuadros, que estaban custodiados en las cámaras del Banco de España y en otros puntos. Terminada la contienda, el entonces duque de Alba, embajador en Londres, encomendó la reconstrucción al británico sir Edwin Lutyens, reputado urbanista y arquitecto que se había distinguido en el diseño de mansiones campestres y edificios de variados estilos y que había planificado la construcción de Nueva Delhi, en la India. Lutyens proyectó la reconstrucción del palacio que nos ocupa, aunque no pudo ver ni siquiera el comienzo de las obras, ya que falleció en 1944. El inmueble fue reinaugurado en 1956.
Obras maestras de la pintura y decoración suntuaria
Aunque desde hace años estaba abierto al público, era en horario muy restringido, lo que motivaba largos tiempo de espera. Desde septiembre de 2019 se aplica un régimen de visitas ampliado, por iniciativa de Carlos Fitz-James Stuart y Martínez de Irujo, XIX duque de Alba y presidente de la Fundación Casa de Alba. La visita actual, de una hora de duración, se hace con audioguía y permite conocer 14 estancias de las plantas baja y primera del edificio.
Presenta un gran interés la Biblioteca, con más de 18.000 volúmenes, incluidas la famosa Biblia de la Casa de Alba, o la única colección de cartas autógrafas de Cristóbal Colón en manos privadas, o documentos como el último testamento de Fernando I, un testamento autógrafo de Felipe II o un ejemplar de la primera edición del Quijote.
Sobresale la espléndida colección pictórica. Son notables los retrato de los sucesivos duques a lo largo de cinco siglos, firmados por Antonio Moro, van Loo, Mengs, Agustín Esteve, Federico y Raimundo de Madrazo, Sorolla, Vázquez Díaz o Zuloaga, aunque quizá el más conocido sea La duquesa Cayetana con vestido blanco, de Goya. Son muy ricas las series de pintura italiana (Fra Angelico, Perugino, Palma el Viejo, Guido Reni, Canaletto, Guardi…), de pintura flamenca y holandesa (un Paisaje con ruinas atribuido a Rembrandt, varias obras de Rubens) y por supuesto de pintura española (El Greco, Zurbarán, Murillo…). Hay también una obra de Ingres (La imposición del toisón de oro al XIV Duque de Alba y VII Duque de Berwick), una destacada muestra de autores ingleses (como Reynolds) y un interesante muestrario de pintores del impresionismo y posteriores (Corot, Renoir, Picasso, Miró, Dalí…) adquiridos ya en el siglo XX.
Las artes decorativas completan los salones con un nutrido conjunto de porcelanas de diferentes fábricas (Sevres, Meissen, Alcora, Buen Retiro), así como una rica y variada colección de relojes o mobiliario de diferentes estilos y épocas, entre los que destacan los llegados al Palacio de Liria de la mano de la Emperatriz Eugenia de Montijo, esposa del emperador Napoleón III, que allí pasó sus últimos días por haber sido su hermana Paca esposa del duque de Alba.
De la colección de tapices merece la pena destacar los cuatro paños de ‘Las Nuevas Indias’, tejidos en la fábrica parisina de Gobelinos, y los tres de la ‘Jornada de Alemania’, del siglo XVI, dedicados a las campañas del emperador Carlos V.
En resumen, una visita largo tiempo esperada, que ahora tenemos ocasión de realizar.