Publicado el 11 de marzo de 2019.
Esta es la tercera visita de la serie que tenemos programada para 2019. En ella conoceremos el Museo Nacional del Romanticismo, un lugar que conserva el perfume de la primera mitad del siglo XIX.
La visita tendrá lugar el próximo viernes 1 de marzo de 2019. Como solo se admiten 12 personas por grupo, haremos un primer turno a las 10.15 horas y un segundo turno a las 11.45 horas.
La visita está abierta a socios de Trotea y a familiares o conocidos que les acompañen. Esnecesario que confirméis vuestra asistencia, no después del 27 de febrero, a José Luis Díaz de Liaño (teléfono 666 353 221; correo electrónico jdl2008@hotmail.es), indicando el turno que preferís; en su defecto, iremos rellenando los turnos por su orden. El precio, incluida la entrada al recinto, que pertenece al Ministerio de Cultura y Deporte, es de 4 euros para los socios y 6 para los no socios, que abonaremos en efectivo, en ambos casos, en el momento de la visita.
Nos reuniremos frente al edificio del Museo, en la calle de San Mateo 13. Las estaciones de metro más próximas son la de Tribunal, en la línea 1, y la de Alonso Martínez, en las líneas 4, 5 y 10.
Para información más detenida sobre la visita, podéis seguir leyendo.
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Un palacio neoclásico para un museo romántico
El edificio en el que se aloja el Museo fue diseñado en 1776 por Manuel Martín Rodríguez, sobrino y discípulo de Ventura Rodríguez. Martín vivió, como todos los arquitectos de su edad, en el período de transición del tardobarroco del propio Ventura al neoclasicismo de Juan de Villanueva, aunque se encuadra plenamente en la primera generación de arquitectos neoclásicos. Como tal, impulsó la nueva corriente desde los puestos que ocupó en la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando, faro del neoclasicismo arquitectónico.
Tras algunos proyectos fallidos, como el de la catedral de Santiago de Cuba, Manuel Martín ha dejado en Madrid tres proyectos personales: el antiguo Depósito Hidrográfico de la Marina Española, en la calle de Alcalá 36 (hoy adscrito al Ministerio de Educación adyacente), la antigua Real Casa del Vidrio, en la calle del Marqués de Cubas 13 (hoy sede de la Real Academia de Jurisprudencia y Legislación) y el palacio para el marqués de Matallana, en la calle de San Mateo 13. Este es el que hoy nos ocupa.
El inmueble fue adquirido a mediados del siglo XIX por el conde de la Puebla del Maestre y en 1921 pasó a ser la sede de la Comisaría Regia de Turismo, un organismo creado por Benigno de la Vega-Inclán Flaquer, segundo marqués de la Vega-Inclán. Tres años después, a raíz de una exposición de cuadros, muebles y objetos artísticos del propio marqués organizada por la Sociedad de Amigos del Arte en el inmueble, este se constituyó en Museo, con obras pertenecientes al fundador, a las que pronto se añadieron varios legados, donaciones y depósitos. Tras varias rehabilitaciones, el Museo se sometió entre 2001 y 2009 a una reforma integral, después de la cual se abrió como Museo Nacional del Romanticismo.
Un museo “de ambiente”
La fachada, muy escueta en la más pura tradición neoclásica, apenas se adorna con las molduras de los vanos. En el interior, se accede por un lado a la cafetería, la tienda y el recoleto jardín interior, y por otro a las dependencias museísticas propiamente dichas. Se trata de un museo “de ambiente”, centrado en los aspectos culturales y artísticos del romanticismo que impregnó la vida madrileña sobre todo en las décadas de 1830 y 1840. La decoración de los distintos recintos evoca la función habitacional (antesalones, salón de baile, comedor, oratorio, boudoir, alcoba, despacho, etc.) que cumplía esos espacios en las residencias de las familias aristocráticas, o subraya aspectos típicos del romanticismo (costumbrismo, cuarto de Larra, pintura de paisajes en ruinas, etc.).
El Museo exhibe un San Gregorio Magno, de Goya, pero también lienzos de lo más granado de los pintores de la época: Vicente López, Federico de Madrazo, Antonio Carnicero, Antonio María Esquivel, Leonardo Alenza o José Elbo. Las 23 salas se completan con una rica colección de alfombras y cortinajes, muebles, instrumentos musicales, miniaturas y objetos de uso cotidiano que dan una visión muy cálida de la vida de las clases acomodadas madrileñas. Una visita entrañable.