Publicado el 9 de octubre de 2022.
Esta será la cuarta visita de la serie que tenemos programada para 2022, después de la que hicimos en junio al Archivo de Villa. Tendrá lugar el viernes 21 de octubre de 2022, a las 10.45 horas, y tendrá como objetivo la Iglesia Ortodoxa de Hortaleza. El número de plazas es limitado: máximo 25 personas. La visita está abierta a todas las personas interesadas, aunque tendrán prioridad los socios de Trotea.
En todo caso, es necesario que confirméis vuestra asistencia, como muy tarde el miércoles 19 de octubre, a José Luis Díaz de Liaño (teléfono: 666 353 221; correo electrónico: jdl2008@hotmail.es). La visita ha sido preparada por Ángela Reina, a quien ya conocéis desde antes de la pandemia, pero será guiada por personal de la propia Iglesia. Las plazas de adjudicarán por estricto orden de llegada de las solicitudes. El precio será de 4 euros para socios y 6 euros para no socios, que pagaremos a la llegada.
Nos reuniremos, pues, el viernes 21 de octubre en la puerta de la Iglesia, Gran Vía de Hortaleza 48, a las 10.45 horas. El lugar está a 5 minutos andando de la estación de metro de Pinar del Rey (línea 8, la que lleva al Aeropuerto). Se ruega puntualidad.
Para información más detenida sobre la visita podéis seguir leyendo.
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Esta visita presenta varios puntos de interés. En primer lugar, nos permitirá reflexionar sobre lo que separa a la Iglesia católica y la Iglesia ortodoxa. En segundo lugar, nos dará la ocasión de visitar un templo ortodoxo y recibir información, de fuente privilegiada, sobre sus peculiaridades. Por último, conoceremos la difícil situación de un templo concreto cuyos fieles son principalmente ucranianos y rusos, en un momento en que sus países respectivos están enfrentados en una terrible guerra.
Una bula de excomunión arrojada sobre el altar
La separación entre la Iglesia de occidente y la de oriente se plasmó en el verano de 1054. Por entonces se encontraba en Constantinopla el cardenal Humberto, un borgoñón de la orden benedictina, llegado en calidad de legado del Papa León IX para mediar en la disputa que desde hacía siglos enfrentaba a la Iglesia de occidente con la de oriente, encabezada en ese momento por el patriarca Miguel Cerulario. Ocurrió, sin embargo, que se conoció en la ciudad la noticia de la muerte del Papa y el patriarca interrumpió las conversaciones alegando la pérdida de autoridad del legado. Mas este último decidió actuar por su cuenta y el sábado 16 de julio irrumpió en la iglesia de Santa Sofía cuando empezaba la liturgia, dejó un documento en el altar y salió precipitadamente. Se trataba de una notificación de excomunión destinada al patriarca y a quienes le seguían.
Este gesto rubricó, según el criterio general, el «cisma de Oriente y Occidente» entre las dos Iglesias. En realidad, sin embargo, llevaba siglos gestándose. No hay unanimidad sobre las discrepancias concretas entre una Iglesia y otra, sino una lista abierta de cuestiones polémicas, que cambia con el tiempo y de unos autores a otros.
Diferencias fluctuantes con el tiempo
Resumiendo, las discrepancias son de tres tipos. En primer lugar, dogmáticas: para la Iglesia católica, el Espíritu Santo procede del Padre y del Hijo, mientras que para la Iglesia ortodoxa solo procede del Padre (la famosa disputa sobre la palabra Filioque del Credo). Asimismo, para ambas Iglesias, María es Madre de Dios, pero, mientras que los católicos entienden que nació sin el pecado original, los ortodoxos sostienen que nació con él y que solo fue purificada después, al descender el Espíritu Santo sobre ella en la Anunciación.
Hay, en segundo lugar, diferencias litúrgicas, como veremos más adelante.
Existen, en tercer lugar, diferencias organizativas, que explican históricamente todo el proceso. La Iglesia de oriente reconoció desde un principio al obispo de Roma una primacía de honor, pero no el primado papal, entendido como autoridad suprema sobre todas las Iglesias, ni la infalibilidad pontificia; antes bien, ha defendido siempre que las decisiones doctrinales y disciplinarias deben ser tomadas en un concilio general, ecuménico. El Papa, por su parte, no aceptó en su día la idea de la “sinfonía” de poderes entre el Emperador bizantino y el Patriarca de Constantinopla, por lo que implicaba de sumisión a la autoridad imperial. Partiendo de esta diversidad de puntos de vista es como mejor se comprenden las razones que acabaron separando a las dos Iglesias.
Otra diferencia organizativa concierne al celibato de los clérigos. La Iglesia ortodoxa no lo impone de forma absoluta, sino que admite en ellos el matrimonio, aunque con limitaciones. Tras la graduación de un clérigo, este puede elegir entre seguir sirviendo a Dios como miembro del llamado clero “blanco” o como miembro del clero “negro”. En el primer caso podrá casarse, tener hijos y servir como párroco. En el segundo caso se convertirá en un monje, necesariamente célibe, aunque podrá ascender en la jerarquía hasta ser designado obispo, metropolitano o patriarca.
El hecho es que, consumado el cisma,el cristianismo ortodoxo se difundió por Europa oriental gracias al prestigio del Imperio bizantino y a la labor de numerosos misioneros. En la actualidad, la Iglesia ortodoxa está constituida por catorce o, según algunas de ellas, quince Iglesias autocéfalas, que son gobernadas por un patriarca, arzobispo o metropolitano, aunque con la primacía de honor del patriarca de Constantinopla.
Una Catedral en Madrid
El culto de la Iglesia ortodoxa rusa en Madrid tiene sus orígenes en el siglo XVIII, concretamente en la capilla dedicada a María Magdalena entonces existente en la Embajada rusa. A finales del siglo XIX la capilla se desmanteló y mobiliario e iconos se enviaron a Argentina, aunque en parte se han devuelto luego a Madrid. En conmemoración de esos orígenes se ha dado su nombre al templo que vamos a visitar.
El edificio se construyó en 2013, tras la firma con el Ayuntamiento de Madrid de la escritura de concesión del solar, de más de 700 metros cuadrados, por un período de 75 años. La financiación procedió principalmente de la Compañía Estatal de Ferrocarriles de Rusia, completada con ayudas de fieles residentes en Madrid. En este proceso se implicó además activamente una persona que resultó decisiva: María Vladimírovna Románova, nacida en Madrid en 1953 y educada en esta ciudad y en París, aunque actualmente vive a caballo entre Francia y España. Miembro de la dinastía Románov (tataranieta de Alejandro II, el antepenúltimo zar), María se ha autoproclamado “emperatriz de Toda Rusia”, y así ha sido reconocida por el patriarca Cirilo de Moscú, aunque no por otros miembros de la dinastía.
Todo esto explica que el templo dependa del Patriarcado de Moscú y que haya sido elevado al rango de Catedral de la diócesis de Madrid y Lisboa tras una reorganización eclesial.
El inmueble se levantó según proyecto del arquitecto ruso Alexei Vorontsov, con la colaboración de Jesús San Vicente en la dirección de las obras y de Rafael J. Álvarez García en su ejecución. Comprende dos partes diferenciadas: una primera, el templo, y una segunda que aloja distintos servicios parroquiales y la Casa Rusia, un centro cultural dependiente de la Embajada rusa que organiza conferencias y exposiciones, imparte cursos de ruso, etc.
Arquitectónicamente, el templo se inspira en la Catedral de Nuestra Señora de Nóvgorod, considerada la más antigua de Rusia. De estilo neobizantino, en el exterior presenta un campanario rematado por la cruz bizantina y cinco cúpulas doradas coronadas también por cinco cruces, elevadas sobre torreones blancos, representativas de Jesucristo (en el centro) y los cuatro evangelistas.
El interior es de planta cuadrangular, con tres ábsides al frente, seis bóvedas de cañón de medio punto, que se van entrecruzando tres a tres hasta configurar bóvedas de arista, con apoyo de pilares de hormigón armado de unos 10 metros de altura.
La decoración se acomoda a los requisitos litúrgicos de las iglesias ortodoxas. No hay bancos, por lo que los fieles deben permanecer de pie durante las varias horas que suelen durar las ceremonias. No hay tampoco confesonarios, porque la confesión se realiza igualmente de pie. El altar no es visible desde la nave, sino que está separado de esta por una cortina o una pared decorada (iconostasio) que vela por su carácter sagrado: ahí tiene lugar la conversión del pan y el vino en el cuerpo y sangre de Cristo y solo después reaparece el oficiante provocando un efecto dramático. No hay en los muros imágenes tridimensionales (esculturas), sino imágenes bidimensionales, fundamentalmente iconos o mosaicos.
Durante la liturgia se emplea o bien la lengua de la nacionalidad correspondiente o bien el eslavo eclesiástico, una suerte de lengua franca que es relativamente comprensible por todos los fieles.
El interior de la Catedral que visitamos se ajusta a esos principios. Tan solo sorprende la desnudez relativa de las paredes: no tienen los mosaicos que suelen cubrirlas en otros templos ortodoxos, muestra de que se trata de una obra aún no terminada. Destacan, en cambio, las grandes lámparas, realizadas por orfebres rusos basándose en las coronas visigodas halladas en el “Tesoro de Guarrazar” y evocadoras quizá de la unidad de los cristianos en la Península durante el primer milenio.
El iconostasio de Santa María Magdalena, como el de todos los templos ortodoxos, muestra a Cristo a la derecha de la puerta central y a la Virgen a la izquierda. A la derecha de Cristo se encuentra el icono de la santa o santo dedicatario del templo, en este caso María Magdalena. Un icono de grandes dimensiones representa asimismo “El paraíso con todos los santos y el zar Nicolás II con su familia”, tras la santificación del último zar por la Iglesia ortodoxa rusa en el año 2000 en reconocimiento de su “resignación” durante su ejecución en 1918.
El último punto que cabe resaltar en la visita es el relativo a la delicada situación del templo ante su feligresía. Esta se encuentra constituida principalmente por ucranianos, rusos, georgianos y moldavos, por este orden, y las diferencias de orden eclesiástico y político suponen dificultades adicionales para su desarrollo. Por un lado, el templo depende del Patriarcado de Moscú, es decir, de la Iglesia Ortodoxa Rusa, que no reconoce como Iglesia autocéfala a la de Ucrania (unificada desde 2018). Por otro lado, el actual enfrentamiento bélico entre Ucrania y Rusia añade un elemento adicional de desgarro. Aunque el Patriarcado de Moscú respalda al Gobierno ruso y a su Presidente, Vladímir Putin, los párrocos de muchos templos ortodoxos repartidos por todo el mundo han tenido que enfrentarse a la pluralidad étnica de sus feligreses. En este sentido hicieron pública en 2022, tras la invasión de Ucrania, una carta en la que abordan el tema con sentido positivo. Fue firmada, entre otros, por el párroco del templo que visitamos y en ella se lee: “Intentemos no enrabiarnos, recordemos que ninguna persona, por el simple hecho de su etnia o nacionalidad, puede culparse de las acciones de los poderes de su país. No descarguemos nuestra ansiedad contra los familiares, amigos y vecinos.”