LLUVIA, Julio V. Martín, 15-11-2010
Acaricias el rostro, despiertas los sentidos
haces renacer ilusiones agostadas
arrastras impurezas paradas en el tiempo
alegras a todos, a nadie enfadas.
A veces te excedes en tu desmesura
inundas, ahogas, invades, anegas
un lúgubre tributo recoges a tu paso
hedor malsano de muerte, dolor en las almas.
Se te implora arriba, se te odia igualmente
cuando llegas arrogante e impetuosa
estás en nosotros y pareces tan ajena
te enrareces tan rápido como te desplomas.
Y sin embargo limpias cuerpos, quiero creer
que las almas no quedan indiferentes
de tu limpio y vivífico transcurrir
aunque también arrastres algo a cambio.