Publicado el 10 de diciembre de 2023.
Habíamos preparado para el viernes 15 de diciembre, por la tarde, una visita a tres Belenes en Madrid con ayuda de nuestra guía habitual, Ángela Reina. Sin embargo, circunstancias sobrevenidas de fuerza mayor impiden a Ángela guiarnos por la tarde en estos días, y por tanto hemos tenido que modificar el programa. En su lugar, la propia Ángela nos acompañara ese mismo día, por la mañana, a una interesante exposición en el Museo del Prado que quizá no haya merecido la atención pública que merece. En ella se pasa revista a la relación entre judíos y cristianos en la España medieval y a su evolución hasta desembocar en lo que el propio comisario de la muestra califica sin ambages de “antijudaísmo”. Un tema apasionante, siempre candente y que presenta flecos que llenan las cabeceras de la prensa mundial en nuestros días.
Será la séptima visita de la serie que tenemos programada para 2023. Tendrá lugar el viernes 15 de diciembre, a las 13.00 horas, y en ella veremos la exposición “El espejo perdido. Judíos y conversos en la España medieval”, en el Museo del Prado.
Los parámetros de la visita son los siguientes:
· Está abierta a socios de Trotea y a familiares o conocidos que les acompañen. El número de asistentes será como máximo de 14 personas.
· Debéis confirmar vuestra asistencia, no después del miércoles 13 de diciembre, a José Luis Díaz de Liaño (teléfono 666 353 221; correo electrónico jdl2008@hotmail.es).
· La visita será guiada por Ángela Reina (todavía recordamos su acertado trabajo en las visitas que hicimos al mismo Museo durante la pandemia).
· Los socios tendremos que abonar 15 euros y los no socios 17 euros (en ese precio está incluida en ambos casos la entrada al Museo), en efectivo, en el momento de la visita.
· Nos reuniremos frente a la estatua de Goya, en el lateral del Museo del Prado que queda frente al Hotel Ritz, a las 13.00 horas del viernes 15 de diciembre. La visita tendrá una duración algo menor de una hora y media, por lo que terminará como máximo a las 14.30 horas.
· Antes de entrar, Ángela nos proporcionará a cada asistente una radioguía y unos auriculares; no obstante, si alguien dispone de auriculares (como los que usan en RENFE), puede llevarlos para su comodidad.
Para información más detenida sobre la visita, podéis seguir leyendo.
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La exposición, que lleva como título “El espejo perdido. Judíos y conversos en la España medieval”, funciona como un espejo: al describir en imágenes cómo veían los cristianos a los judíos (y luego a los conversos, es decir, a los judíos convertidos al cristianismo) en el período comprendido entre los siglos XIII y XV, coloca a los propios cristianos ante un espejo que refleja sus modos de ver el mundo.
Las 71 obras expuestas, principalmente pinturas pero también esculturas, miniaturas, grabados, piezas de orfebrería o dibujos, se estructuran en cinco secciones que nos cuentan las distintas visiones (no siempre sucesivas, sino en ocasiones simultáneas) de los judíos por parte de los cristianos. A través de ellas, el antijudaísmo, es decir, la hostilidad contra los judíos como grupo religioso, se va haciendo cada vez más evidente y en la última fase adquiere incluso tintes de lo que desde el siglo XIX se conoce como antisemitismo, esto es, hostilidad contra el judío entendido como grupo racial, a través de los “estatutos de pureza de sangre”, que les excluyen no por su religión sino por su “linaje”.
Una exposición dividida en cinco secciones
Las obras incluidas en la primera sección constatan simplemente la existencia de una diferencia entre la comunidad judía y la cristiana, pero también la colaboración entre ellas, y así se incluyen piezas de artistas judíos encargadas por cristianos y a la inversa. Es una buena muestra “El ángel apareciéndose a Zacarías”, del aragonés Domingo Ram (que llegó a cardenal y a virrey de Sicilia), que revela un buen conocimiento de las costumbres judías.
Las obras de la segunda sección reflejan un cambio, traducido en la visión beligerante de los teólogos cristianos respecto a la incapacidad de los judíos para aceptar la naturaleza divina de Jesús. Es un ejemplo “Cristo bendiciendo”, de Fernando Gallego, en el que se contraponen la figura de la Iglesia triunfante y de la Sinagoga derrotada.
La tercera sección habla ya de un franco antijudaísmo, exhibiéndose al efecto una serie de retratos a partir de caricaturizaciones y escenas que muestran a los judíos como enemigos de la fe cristiana. Es representativo el “Retablo del Corpus Christi”, del Maestro de Vallbona de les Montges, que recoge un episodio de profanación de la hostia por unos judíos.
La cuarta sección, que corresponde al período álgido en los sangrientos progromos que en 1391 asolaron las juderías desde Barcelona hasta Sevilla, está ligada a la desconfianza hacia los conversos y al terrible clima de tensión social y religiosa entonces desarrollado, que llegó a generar un malsano espíritu de evangelización y predicación. Como ilustración se exponen, entre otras piezas, tres hermosas tablas de Bartolomé Bermejo, judío converso.
La quinta sección, que lleva el título Escenografías de la Inquisición, es suficientemente explícita: se centra en el clima general de animadversión contra los conversos desatada en el siglo XV y que tuvo una primera culminación en el Estatuto-Sentencia de la catedral de Toledo de 1449, el primero de los muchos estatutos de limpieza de sangre que se adoptarían después: “Que los conversos de linaje de los judíos, por ser sospechosos en la fe de nuestro Señor y Salvador Jesucristo, en la cual frecuentemente vomitan de ligero [expresión que alude al hábito de los perros de ‘volver sobre su vómito’], judaizando, no pueden haber oficios ni beneficios públicos ni privados tales por donde puedan hacer injurias, agravios e malos tratamientos a los cristianos viejos”.
Poco después, en 1478, con la creación de la Inquisición, se oficializó la persecución de los conversos sospechosos de judaizar. Fueron figuras destacadas en este proceso Tomás de Torquemada, inquisidor general de Castilla, y Pedro Berruguete, pintor de gran talento que colaboró activamente con la nueva institución y del que se muestra el óleo sobre tabla “Auto de fe presidido por Santo Domingo de Guzmán” para plasmar una visión intolerante y de persecución con una estética retórica.
Se cerraba así el círculo: lo que en un principio implicaba el reconocimiento del judío como alguien “diferente” se convirtió finalmente en su estigmatización como “el otro”, el que no forma parte de la comunidad y ha de ser excluido de ella. En pocas palabras, se hacía realidad la idea de que, mientras que la diferencia existe, la alteridad (la condición de ser “otro”) se construye. Y así llegó, en 1492, la expulsión de los judíos.