Publicado el 26 de febrero de 2024.
Tendremos la próxima visita guiada el martes 5 de marzo, a las 17.15 horas, y en ella veremos el Palacio de Cibeles. No será una visita al modo habitual, centrada en su vertiente de espacio cultural de ese recinto (lo que se llama CentroCentro), sino una visita que, gestionada por nuestra guía habitual, Ángela Reina, autora reciente de un libro sobre Antonio Palacios, arquitecto del edificio, nos ofrecerá sus claves arquitectónicas fundamentales.
La visita está abierta a socios de Trotea y a familiares o conocidos que les acompañen. Debéis confirmar vuestra asistencia, no después del viernes 1 de marzo, a José Luis Díaz de Liaño (teléfono 666 353 221; correo electrónico jdl2008@hotmail.es) . La visita será guiada por la propia Ángela Reina. Los socios tendremos que abonar 6 euros y los no socios 8 euros, en ambos casos en efectivo, en el momento de la visita.
Nos reuniremos frente a la puerta del Palacio, en la plaza de Cibeles, el martes 5 de marzo, a las 17.15 horas.
Para información más detenida sobre la visita, podéis seguir leyendo.
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Un imaginativo cuadro de “historia viva”
Hagamos un pequeño ejercicio de recreación histórica. No tenemos que remontarnos mucho… Tan solo al Madrid del cambio del siglo XIX al XX: el Madrid de nuestros bisabuelos.
Nos encontramos en el lugar donde hoy se levanta el Palacio de Cibeles: un suave altozano que ha pertenecido históricamente al Real Sitio del Retiro y que desde la época de Carlos III es accesible a los ciudadanos, ya que no forma parte del “Reservado” de la Casa Real. Desde hace algún tiempo ha sido objeto de mejoras y hoy se conoce como “Jardín de Recreo del Buen Retiro”, una zona ajardinada y arbolada en la que el público, previo pago de una entrada, disfruta en verano de un clima más benigno y puede asistir a entretenimientos como representaciones teatrales, conciertos o exposiciones, etc., o practicar variados ejercicios y deportes.
De hecho, esa pequeña zona no quedó afectada por la extraña operación realizada en 1865, mediante la cual la reina Isabel II transfirió a la Hacienda pública una parte importante del Real Sitio (la comprendida entre el paseo de Recoletos y la calle de Granada abierta paralelamente a este y que más adelante se denominará de Alfonso XII), a cambio de quedarse con el 25% de los ingresos que se obtuvieran por la enajenación pública de los terrenos parcelados. En realidad, se trataba de una descarada maniobra de especulación inmobiliaria, de la que a estas alturas (recuérdese que estamos en los años de cambio de siglo) no ha surgido todavía ningún barrio (que luego se denominará de los Jerónimos), aunque ya hay algunas obras en curso. De nada sirvieron las advertencias de los progresistas, encabezadas por Castelar (lo que se quería presentar al pueblo como una muestra de magnanimidad real no era más que un fraude, ya que el Patrimonio de la Corona no era propiedad particular de nadie, sino del pueblo...).Incluso las protestas estudiantiles fueron reprimidas con violencia yse saldaron poco después, en la llamada “noche de San Daniel”, con 13 muertos y casi 200 heridos, aunque eso, ciertamente, acabó por costarle el Gobierno a Narváez.
En todo caso, esta zona es ahora de propiedad municipal, ya que, tras la proclamación de la Revolución en 1868 y el destronamiento de la reina, el nuevo gobierno republicano cedió todo el parque del Retiro al Ayuntamiento de Madrid para su conversión en un parque público. Claro que, dada su habitual indigencia, este ha tenido que arrendar algunos espacios, como la Casa de Vacas, el Estanque Grande con su Embarcadero, y este mismo Jardín de Recreo del Buen Retiro.
En él tenemos un templete de música y quiosco de helados, además de un sencillo teatro de verano (Teatro del Jardín del Buen Retiro) con estructura de madera y cubierta de toldos. Muy cerca, en el paseo del Prado, sigue activo el Teatro Felipe, así llamado por pertenecer al empresario Felipe Ducazcal y que, aun no siendo tampoco gran cosa en lo arquitectónico, por ser asimismo de madera, ofrece a precios populares zarzuelas, operetas e incluso óperas aprovechando las producciones y recursos del Teatro Real. De hecho, acogió en 1886 el estreno de La Gran Vía, de Chueca y Valverde.
Volviendo a la historia: un Palacio para las Telecomunicaciones
Pero pongamos fin a la recreación histórica y regresemos a la historia pura. La presión de los intereses inmobiliarios sobre la zona que nos ocupa determinó finalmente que en 1904 se aprobara su recalificación y se convocara, no sin críticas, un concurso público para la construcción de un edificio que alojase los servicios estatales de Correos y Comunicaciones. Realmente se trataba de dos solares, separados por la calle de Alarcón, aunque en las bases del concurso se estableció que el trayecto de esa calle sobre el que fuera a construirse el edificio debía convertirse en pasaje. El inmueble, por lo demás, no podía tener más de cinco plantas, sus fachadas a la calle de Alcalá y el paseo del Prado debían mostrar una decoración armoniosa con el entorno y, lo más importante, debía prestar tres servicios esenciales: el de correos, el de telégrafos y el de teléfonos.
Se presentaron al concurso tres proyectos: uno de López Blanco-Montesinos (que fue rechazado por no caracterizar bien los servicios), otro de Carrasco-Saldaña (postergado asimismo por no prestar la debida atención a los servicios al público) y otro de dos arquitectos muy jóvenes, Antonio Palacios y Joaquín Otamendi, que fue el elegido finalmente por la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando, aunque con la condición de que se introdujeran determinadas modificaciones en el plazo de un mes. Y así se hizo.
Un estilo personal, simbiosis de modernidad e historicismo
En un Madrid que incubaba una mentalidad moderna y que en los años del cambio de siglo empezaba a abrirse a la condición de gran ciudad (trazado de la Ciudad Lineal de Arturo Soria, proyecto de apertura de la Gran Vía, desplazamiento del eje financiero de la Puerta del Sol a la actual plaza de Cibeles, etc.), el proyecto de Palacio de Comunicaciones resultaba muy a la medida del estilo de Antonio Palacios.
Es un estilo difícil de clasificar, polimorfo, que por un lado manifiesta ideales de monumentalización urbana y deseo de trascendencia (como muy bien se aprecia en este Palacio) y por otro acusa la influencia contrapuesta de la arquitectura contemporánea, en especial del estilo Sezession vienés, y de corrientes historicistas como el neoplateresco. Palacios fue innovador en el uso de complejas estructuras metálicas, prestó gran atención a las artes decorativas y cuidó la elección de los materiales constructivos, haciendo uso frecuente de la piedra poco desbastada, sobre todo de granito, para dar una fuerte expresividad a las fachadas.
Diseño: dos edificios en uno
El proyecto se adapta perfectamente a la irregularidad del solar y expresa la voluntad de ordenar la plaza de Cibeles (por entonces llamada de Castelar), que empezaba a consolidarse como nuevo eje urbano.
El recinto incluye en realidad dos edificios, uno inicialmente destinado a las Centrales de Correos, Telégrafos y Teléfonos y otro concebido para alojar la Dirección General, separados por el pasaje de Alarcón pero unidos por pasadizos elevados. El proyecto ya preveía la cubrición de ese pasaje y su configuración como recinto interno, al excluir de él el tránsito rodado público. En la actualidad, el pasaje está configurado como una gigantesca “Galería de Cristal” de más de 130 m de largo, con una bóveda compuesta de una malla triangular.
El acceso principal al edificio se hace por la fachada que da a la plaza de Cibeles mediante una escalinata. Se entra así en el «Hall Principal» o vestíbulo, un amplio espacio que se inspira en la planta del Palacio de Cristal de Ricardo Velázquez Bosco (maestro de Palacios) y que funciona como un patio interior de triple altura, surcado por pasarelas de hierro y cristal. Su imponente aspecto, que ha sido calificado de “catedralicio”, se refuerza por la forma radial trilobulada, resultante del trazado de tres lóbulos destinados a atender otras tantas funciones diferenciadas: a la derecha los servicios de Correos, enfrente los de Telégrafos, a la izquierda los de Teléfonos. Las numerosas galerías de arcos de medio punto con columnas adosadas dan al conjunto un aspecto que remite a influencias neoplaterescas.
Una lenta construcción
El edificio tardó doce años en cubrir aguas: aunque la construcción comenzó en 1907, variadas vicisitudes de orden político y financiero pusieron en serio peligro la continuación de las obras y determinaron un serio retraso de la inauguración, que no tuvo lugar hasta 1919.
Fachadas generosamente ornamentadas
Las fachadas presentan acusadas características del estilo monumental de Antonio Palacios y explican que el inmueble fuera calificado en su día popularmente, por su similitud con un grandioso templo, como Nuestra Señora de las Comunicaciones.
La fachada a la plaza de Cibeles, cóncava y de una gran plasticidad, está flanqueada por dos torres pentagonales y presenta en el centro un torreón octogonal de gran altura, separado de esas torres por una serie de pináculos y coronado por una esfera de reloj. La decoración es de inspiración neoplateresca, aunque algunos elementos, como las cartelas vacías, las ventanas segmentadas y una cierta geometrización, revelan influencias del estilo Sezession vienés. El arco sobre la puerta principal presenta dos curiosidades: en el tímpano hay un escudo de España en el que Palacios, gallego de nacimiento, incluyó el escudo de Galicia, y la clave de arco se engalana con la escultura de una figura de mujer con medio cuerpo vegetal.
Los alzados de las demás fachadas son más simples y próximas al estilo Sezession.
Sede del Ayuntamiento
El recinto sufrió con los años algunas transformaciones, como la realizada por Otamendi y Lozano para ampliar en dos plantas la fachada a la calle de Montalbán, pero la más importante se produjo a comienzos del siglo XXI, cuando la propia evolución de las comunicaciones postales vació de sentido la dedicación de un edificio de este tipo a tales funciones. Ya en 2003, un Protocolo de colaboración del Ministerio de Hacienda con el Ayuntamiento de Madrid supuso el inicio de un intenso proyecto de transformación del inmueble, no exento de polémica por el alto coste de la operación, aunque al final venció la decisión de convertirlo en sede del Ayuntamiento de la capital.
La profunda remodelación necesaria se hizo por etapas. En la primera, entre 2005 y 2007, se adaptó el edificio trasero. Paralelamente se convocó un concurso para la reforma del edificio delantero principal, que se adjudicó a un equipo encabezado por Francisco Rodríguez Partearroyo. Las obras correspondientes se desarrollaron entre 2007 y 2011 y se centraron en la creación de la Galería de Cristal ya mencionada, en la conversión de la “sala de Batalla”, donde se clasificaba el correo, en el actual Salón de Plenos, y en la transformación completa de todo el edificio en el llamado CentroCentro: un espacio cultural que acoge exposiciones, conciertos, talleres, visitas guiadas, eventos, el Centro de Interpretación del Paisaje de la Luz, un punto de información turística, tienda, cafetería y restaurante, áreas sociales y un mirador con vistas singulares. E l recinto completo pasó a denominarse Palacio de Cibeles, que es su nombre actual.