Publicado el 12 de febrero de 2024.
Trotea, entidad sin ánimo de lucro fundada en Madrid en 2003, publica a continuación los tres textos que han resultado ganadores de la sexta edición del Certamen de Textos para Microteatro ‘Fernando Luciáñez’.
Los tres textos seleccionados por el jurado entre las más de 150 obras participantes en la convocatoria son: Se extiende el desierto, de Ana María Vanderwilde Pérez, de Las Palmas de Gran Canaria; En el tanatorio tienen buen café, de Miguel Galindo Abellán, de Murcia; y La pistola de Chejov, de Alberto Palacios Santos, de Salamanca.
Los premios de esta VI edición del Certamen de Textos para Microteatro se han entregado a lo largo de la Asamblea General que la asociación ha celebrado en el hotel Casa de la Lírica, de Madrid, el pasado domingo, 11 de febrero de 2024, con la asistencia del tercer permiado, Alberto Palacios Santos.
A continuación publicamos los texto de las tres obras premiadas.
Primer premio: Se extiende el desierto.
Autora: Ana María Vanderwilde Pérez
Residente en las Las Palmas de Gran Canaria, la obra de esta autora teatral abarca más de una veintena de piezas publicadas, estrenadas o inéditas, compuestas a lo largo de los últimos quince años; entre las cuales destacan “El saludo”, segundo premio de la Revista Demos 2014; “El paseo”, accésit en el Premio Escena Canaria 2015; “Transformaciones”, premio Festival de Monólogos Teatro Cuyas; entre otras.
TEXTO
Soy actriz, interpreto a una mujer canaria, abogada, de 35 años, casada desde hace diez con un saharaui, abogado también. Ambos están especializados en derecho internacional, están bien situados económicamente y esperan su primer hijo, una niña, que nacerá y crecerá en los campamentos de Tinduff, adonde van a trasladarse por razones idealistas.
Noche. Habitación a oscuras, una mujer embarazada de 8 meses está sentada en un sillón de orejas o una mecedora. Habla a intervalos regulares. Una radio marca el paso de las horas. Suena música de Nick Drake.
Buenas noches, granito de cús cús, pequeño dátil, montoncito de arena; estos son tus nombres ahora, tus nombres árabes, las únicas palabras que se decir en tu lengua. Así también te llama papá. Papá, que nos lleva a nacerte a tu país, un país que mueve y cambia constante el viento, como moverá tus cabellos, siguiendo el ciclo de la luna; un país que es un largo océano dorado que nunca llega al horizonte, un país donde seré una extranjera, la mujer de la isla. Una isla, mi amor, es una tierra azul donde nada se mueve, una tierra con un horizonte fijo que te orienta, que te guía, en una isla nunca te pierdes; en cambio tú ¿hacia dónde caminarás si la arena se mueve, donde dejarán huella tus pasos, como podré seguir tu rastro? Tendría que seguir el camino del viento. ¿Y si el viento te arrastra?, ¿O si antes de que crezcas, cuando apenas empieces a andar sube la marea de arena y te atrapa y te traga? La arena es mas honda que el mar y es infinita. Te voy a exponer al infinito, y tengo miedo; papá no lo sabe pero tengo miedo, miedo de que las leyes no sirvan para nada en tu país, que es en un noventa por cien desierto, ¿Qué ley puede regir una sociedad nómada portradición y ahora refugiada en gran parte en otro país?, ¿Leyes tradicionales, leyes heredadas francesas o españolas, las leyes alauitas del invasor, la ley de Argelia? Yo estudie leyes, leyes internacionales, pero tendré que aprender la ley del viento. ¿En que país aplicar las leyes si su territorio es de arena y cambia y se mueve? Se mueve tanto que nunca ha sido reconocido como país ¿Qué nacionalidad tendrás, la del viento?, ¿Quién impartirá justicia, el marroquí? Más justo es el viento.
Todo lo que se nada es. ¿De qué valen los conocimientos de la mujer de la isla, de la estable tierra azul, en la cambiante tierra dorada?, ¿De qué sirve haber tropezado siempre en las mismas piedras si ahora encontraré piedras nuevas? Ay, mi amor, no podré enseñarte nada ¿Quién será tu modelo, quién tu espejo, quien tu maestra?, ¿Qué cabellos enjugarán tus lágrimas, qué garganta reirá tu risa, qué manos sujetarán las tuyas, tan pequeñitas? Más fácil es contar los granos de arena de tu país que la respuesta a estas preguntas. Sí me oyese papá diría que soy tonta, que él estará siempre ahí como un enorme dromedario que conoce todas las dunas, las palmeras que dan más sombra, los oasis escondidos detrás de los espejismos, que él será nuestro faro, como si estuviésemos en la isla; pero papá viene a trabajar en las leyes, quiere crearlas; primero será kadi, juez, y luego, más importante, intérprete del tradicional derecho cheránico, y desde dentro, ¿Mejorará las leyes? Leyes nuevas para lo que tú tendrás: Un país nuevo, en el que nacerás, naceremos, en apenas un mes; espero que una noche de luna nueva, sería un buen augurio. Naceremos juntas, aprenderemos juntas, creceremos juntas, y tú serás mi modelo, mi espejo, mi maestra; cuando llore, tus cabellos enjugarán mis lágrimas, mi risa la reirá tu garganta, y mi mano, que paradoja, la sujetarán las tuyas, tan pequeñitas. Los cuentos te los contará papá, y te cantará las canciones saharauis, y te recitará los poemas. Papá, y los abuelos, y las tías y los ancianos, todos menos yo,llenarán tus oídos de los ecos de tu tierra dorada; y tú lo guardarás todo en tu memoria, llenarás tu memoria de granitos de arena, y con ellos formarás dunas, y con las dunas desiertos que se extenderán en tu mente; tendrás siempre los oídos abiertos de par en par para los ancianos. En un país de tradición oral, papá dice que todos los ancianos que mueren son como una biblioteca que desaparece, pero tú serás los libros de nuestra jaima, el saber antiguo de los abuelos y el saber nuevo que quiere llevar papá simbolizado en nuestra orla. ¿Cómo colgaré la orla en las paredes de piel de la jaima? Papá y yo jóvenes, recién escapados de la adolescencia, papá tan guapo, vistiendo su darrá, con mueca orgullosa, pensando ya en mejorar el que para nosotras será el nuevo mundo; y yo a su lado, esforzándome en mejorarme a mí misma para poder habitarlo. Todavía lo beso en la orla cuando no está en casa, y acaricio con el índice sus mejillas, su pelo oscuro, sus ojos de carbón que abrasa, su sonrisa tan blanca que ilumina, que me ilumina a mí, a su lado; donde estoy, donde estaré siempre, envuelta en su bandera, como me envolverá, nos envolverá la melfa que usan las mujeres y nos envolverá la daira, el pueblo donde viviremos en la waliya. No se lo digas a nadie, y menos a papá, pequeño dátil, pero tengo miedo de morir allí asfixiada, asfixiada por el pan que por papá amasaré por las mañanas, por el agua que por papá acarrearé todos los días; por el tidguish, el al´hish y el lamrish que por papá cocinaré cada mediodía, por el ganado que por papá cuidaré,… Y tengo miedo sobre todo de los ladrillos; las mujeres en los campamentos fabrican ladrillos. Excavan el suelo, abren trincheras, transportan agua para ligar la tierra arcillosa, moldean los ladrillos y los cuecen al sol. ¿Y si yo sin saberlo, montoncito de arena, estoy fabricando los ladrillos de nuestro laberinto y no encontramos la salida?, ¿Qué azgharit, que grito ululante lanzaré pidiendo ayuda? Tendrías que gritarlo tú por mi garganta. ¿Y quién vendrá a socorrernos si papá…? Solo nos quedaría la ayuda de Dios, Alá, ¿Y cómo pedirle a un Dios desconocido?Para ti Alá será el Magnánimo, el Misericordioso, un padre, pero para mí, la extranjera, la mujer de la isla, la que a sus leyes solo se somete por fuera, ¿Qué será? Él lo sabe todo, Él ve los corazones, y ve que está en el tuyo, pero que en el mío no hay sitio para Él, que mis ventrículos los llena papá, y en mis aurículas solo cabes tú, montoncito de arena que ahora te mueves.
¿Qué te pasa, ya quieres empezar a jugar? Tú no tendrás patines, de nada te servirían, ni casitas de muñecas, ni cocinitas, ni juegos de peluquería, tu trenzarás mi pelo y tendrás pelotas de trapos viejos, y jugarás con piedritas al krur como jugó tu abuela; y enseñarás, cuando seas mayor, a jugar a tus hijas y a las hijas de tus hijas, y tal vez seas médica y alivies los dolores del desierto, o profesora en la primera universidad saharaui, y transmitas el saber de tu pueblo, que dejará de ser nómada en busca de formación; o tal vez te decidas por el ejército y organices batallones de mujeres para defender tus fronteras doradas, o tal vez sigas el camino de papá y mío y te dediques a las leyes y seas la primera mujer intérprete del derecho cheránico; o lo que yo más deseo: Tal vez te arrebaten las suras del Profeta y te conviertas en la primera mujer Imán del mundo islámico; y será con tu mano, tan pequeñita, con la que Alá toque mi corazón. (Suena la radio: son las 6 de la mañana. Amanece en las Palmas…) Buenos días granito de cús cús, pequeño dátil, montoncito de arena, el viento nos lleva.
OSCURO
FIN
Segundo premio: En el tanatorio tienen buen café
Autor: Miguel Galindo Abellán
Doctor en Filología Hispánica, profesor de Secundaria y de la Universidad de Murcia, ciudad donde reside, miembro fundador de la Asociación de Dramaturgos, y premiado por su tesis sobre Tirso de Molina, ha desempeñado la labor de crítico teatral en prensa y estrenado la obra “Tic, tac… Poe”, actualmente en gira por distintos escenarios españoles; recibido diversas menciones en certámenes como el Carro de Baco, de Santa Coloma de Gramenet (Barcelona); y publicado las obras “Malas / Una de dos” (Ñaque editorial), “Las alas en su sitio” y “El mirador de los neutrales”, entre otras.
TEXTO
PERSONAJES:
ANTONIA
(2 FEMENINOS)
(Escena única)
SALA DEL TANATORIO. SUSA ESTÁ SENTADA, CABIZBAJA, CON EL ROSTRO CUBIERTO CON UN PAÑUELO GRANDE, DE VIVOS COLORES. POR EL TEMBLOR DE SU CUERPO LA IMAGINAMOS LLORANDO. DE VEZ EN CUANDO SE LE OYE GEMIR TÍMIDAMENTE.
PASA UN BUEN RATO EN ESTE MENESTER HASTA QUE ENTRA EN ESCENA ANTONIA, DE LUTO RIGUROSO, DEGUSTANDO UN CAFÉ CON AUTÉNTICO PLACER.
SE DETIENE EN SECO AL ADVERTIR A SUSA. LA ANALIZA DETENIDAMENTE, SIN NINGUNA PRISA. INTENTA AVERIGUAR QUIÉN ES PERO EL PAÑUELO DE SUSA SE LO IMPIDE. CANSADA DE RONDAR A SU ALREDEDOR GRITA Y DA UN ZAPATAZO EN EL SUELO.
ANTONIA: (ENÉRGICA.) ¡En este tanatorio tienen buen café!
SUSA: (SOBRESALTADA. SUELTA EL PAÑUELO Y SE LEVANTA EN SECO.) ¡Ay, madre, qué susto más espantoso! (VUELVE A SENTARSE Y SIGUE CON SU LLANTO.)
ANTONIA: (VUELVE A ANALIZARLA UN POCO. CON OTRO ZAPATAZO.) ¡Que digo que en muchas cafeterías se matarían por tener este café!
SUSASALTA DE SU ASIENTO. LA MIRA Y ASIENTE. SOLLOZA.
ANTONIA: (RESIGNADA.) ¿Es usted familia del muerto?
SUSA VUELVE A SENTARSE.NIEGA CON LA CABEZA Y SIGUE LLORANDO.
PAUSA.
ANTONIA: ¿Alguna compañera del trabajo? (SE LE ADIVINA QUE EMPIEZAN A AFLORARLE LOS CELOS. VA CAMINANDO ALREDEDOR DE SUSA Y TOCANDO SU ROPA CON ASCO.)
SUSA NIEGA CON LA CABEZA Y SIGUE LLORANDO.
ANTONIA: (ENFURECIÉNDOSE.) ¿Alguna vecina de la infancia?
SUSA NIEGA CON LA CABEZA Y SIGUE LLORANDO.
ANTONIA: (CADA VEZ PREGUNTA CON MÁS AHÍNCO O VELOCIDAD.) ¿Un familiar lejano?
SUSA SE VA CONTAGIANDO DEL RITMO. NIEGA CON LA CABEZA Y SIGUE LLORANDO.
ANTONIA: (PROGRESIVAMENTE FURIOSA.) ¿Compañera del sindicato?
SUSA NIEGA CON LA CABEZA Y SIGUE LLORANDO.
ANTONIA: ¿Hija de algún compañero?
SUSA NIEGA CON LA CABEZA Y SIGUE LLORANDO.
ANTONIA: ¿La estanquera donde compraba tabaco?
SUSA NIEGA CON LA CABEZA Y SIGUE LLORANDO.
ANTONIA: Su amante. ¡Eso es, eres su amante y te llamas Pepa!
SUSA NIEGA CON LA CABEZA Y SIGUE LLORANDO.
ANTONIA: ¿Te llamas Luisa?
SUSA NIEGA CON LA CABEZA Y SIGUE LLORANDO.
ANTONIA: ¿María?
SUSA NIEGA CON LA CABEZA Y SIGUE LLORANDO.
ANTONIA: Carmen.
SUSA NIEGA CON LA CABEZA Y SIGUE LLORANDO.
ANTONIA: ¿Loli?
SUSA: (HARTA, SE LEVANTA COMO ACTIVADA POR UN RESORTE.) ¡Susana, Susana, me llamo Susana. Su-sa-na!!!!! Hija mía, sí que tenía amantes el buen hombre.
ANTONIA: (EN SHOCK. LARGO SILENCIO. OJOS MUY ABIERTOS. CASI SUSURRANDO.) ¿Has dicho Susana?
SUSA: Eso mismo, aunque me gusta más Susa. ¿Y usted es…?
ANTONIA: (REFLEXIVA.) Susa… Susa… No recuerdo a ninguna Susa. Debiste ser de las nuevas.
SUSA: Oiga, que yo no… No me incluya a mí en su lista de amantes
ANTONIA: Perdona, Susa, yo soy Antonia. Antonia Pérez, la viuda del… (SEÑALA AL FORO.)
SUSA: Le acompaño en el sentimiento, Antonia.
ANTONIA: Gracias, entonces ¿tú de qué conocías a mi Paco?
SUSA: ¿Paco? ¿Qué Paco?
ANTONIA: ¿Qué Paco va a ser? El… (VUELVE A SEÑALAR AL FORO.)
SUSA: Ah, no, no, yo no conozco a… (SEÑALA AL FORO.)
ANTONIA: Pues ya me dirás a qué viene tanto llanto aquí sentada en esta sala donde está mi Paco. ¿Te has equivocado de número? Mira que si quieres yo puedo ir y preguntar por tu muerto (HACE AMAGO DE SALIR PARA PREGUNTAR.)
SUSA: No, no se preocupe. No tengo ningún muerto aquí.
ANTONIA: Acabáramos. Tú eres un nuevo servicio de la funeraria. Ahora contratan plañideras para las salas donde hay poco público, como antiguamente, ¿he acertado?
SUSA: No, señora, nada de eso, yo no tengo nada que ver con la funeraria, los fiambres, con perdón, ni con nadie que esté como… (SEÑALA EL FORO.), en este momento.
ANTONIA: (SE SIENTA.) Bueno, pues me rindo. No acierto a saber qué hacías aquí, en el tanatorio, llorando, y en la sala de mi marido, el Paco, el más infiel de los muertos que han entrado en este sitio en muchas décadas.
SUSA: A ver, yo es que pasaba por aquí con mi coche. Si mira por la ventana verá un cochecito pequeño, color naranja, aparcado de cara a la cafetería. Ahí mismo, ¿lo ve?
ANTONIA: Muy coqueto. Lo he visto al entrar, cuando volvía de pegarme una buena siesta en mi casa. Todavía me queda babilla por este lado (SE RESTRIEGA LA SOLAPA.)
SUSA: Pues resulta que yo pasaba por aquí. Siempre paso por esta carretera porque desemboca donde vive mi novio. Bueno, mi novio. Ya no puedo decir que sea mi novio.
ANTONIA: Lo siento.
SUSA: Bueno, gracias. Volvía de verlo, porque anoche me abandonó. Hemos hablado y está claro que ya no me quiere. Que ha conocido a otra y…, bueno, ya sabe. Me deja.
ANTONIA: Lo siento.
SUSA: Iba en el coche, como digo, con unas ganas de llorar espantosas, camino de mi trabajo. (LLORANDO.) Yo soy vendedora de risas, ¿sabe usted?
ANTONIA: ¿Vendedora de risas has dicho? Cualquiera lo diría.
SUSA: Sí, de risas, de placer, de cosas agradables y que dan gustito al cuerpo, (SE LE ACERCA PARA HABLARLE MÁS ÍNTIMAMENTE.), vibradores…, usted ya sabe, cosas así.
ANTONIA: ¡Jesús! Ya lo he entendido, ya lo he entendido.
SUSA: En la tienda donde trabajo no puedo estar llorando porque espanto a la clientela. Imagínese usted que va a comprarse unas braguitas comestibles y le atienden llorando…
ANTONIA: ¡Por Dios! ¡Unas braguitas comestibles! ¿Y para qué voy yo a querer esa cochinada? Yo solo como pechuga de pavo, baja en grasa y sin sal.
SUSA: Usted no, pero no sabe cómo se venden. Las tengo de distintos sabores: de fresa, de vainilla, de chocolate, y me han traído ahora un nuevo sabor: café. Con lo bien que sienta un café cuando estás ahí…, dale que te pego…
ANTONIA: ¡Pero Susa, detente, para, hija! Que estás con un muerto…, de cuerpo presente. No seas tan explícita, por Dios.
SUSA: Bueno, no creo que vaya a levantarse del susto, pero intentaré ser más prudente.
ANTONIA: No, si no es nada, pero, ¡uf, qué calor hace aquí!
SUSA: Pues a usted, con lo que le gusta el café seguro que…
ANTONIA: Seguro que nada. Vamos, anda, como si a mí me gustaran esas cosas. Sigue, sigue con lo que me estabas contando y no se hable más.
SUSA: Pues imagine la situación. Yo vendiendo en mi tienda esos pequeños (GESTICULA UNAS COMILLAS.) “placeres” con una llantera de aquí no te menees. Espantaría a la clientela, ¿no?
ANTONIA: Desde luego, desde luego, me hago cargo. (SE ABANICA CON UN FOLLETO DEL TANATORIO QUE MIRA PREVIAMENTE.)
SUSA: Entonces pensé: ¿en qué lugar no llamo la atención y puedo llorar a moco tendido el tiempo que me dé la gana?
ANTONIA: Está claro que vas a decir aquí, en el tanatorio.
SUSA: Pues ni corta ni perezosa aparqué mi coche, busqué una sala donde no hubiera nadie y me puse a llorar como una magdalena hasta que llegó usted.
ANTONIA: (SUSPIRA.) Es un alivio saberlo. Siento haber pensado mal de ti, en tu situación. Si te apetece, como forma de pedirte perdón por haberte confundido con una de esas, te invito a un café. En este tanatorio tienen buen café.
SUSA: Ya, ya me lo ha dicho, pero no se moleste, ha sido usted muy amable conmigo. En fin, yo me marcho, Antonia, ya me he desahogado y debo seguir con mis… (GESTICULA BRAGUITAS.)
ANTONIA: Ah, sí, claro, con tus… (LA IMITA Y AÑADE EL GESTO DE COMER.)
SUSA: Encantada, Antonia y…, que vaya todo bien.
LE DA LAS GRACIAS Y SE QUEDA ENCOGIDA EN LA SILLA, PENSATIVA, MIENTRAS SUSA AVANZA A LA SALIDA.
SUSA ADVIERTE SU GESTO DE SOLEDAD INFINITA. SE DETIENE UN MOMENTO. VUELVE JUNTO A ANTONIA.
SUSA: La tienda es mía.
ANTONIA: (LEVANTA LA CABEZA Y LE SONRÍE.) Eso me ha parecido entender.
SUSA: Quiero decir que puedo abrir un poco más tarde, nadie me va a reñir. ¡Venga ese café!
ANTONIA: ¡Estupendo! A mí también me vendrá bien tener un poco de conversación. Ya ve que aquí no viene nadie.
SUSA: ¿No tienen familiares que les acompañen?
ANTONIA: (SE ACERCA A UNA MESITA DONDE TIENE VARIOS VASOS.) Aquí no tenemos a nadie. Venimos de familia de emigrantes. Todos se marcharon a trabajar fuera y nosotros preferimos quedarnos aquí.
SUSA: Lo siento. Aunque imagino que ahora le tocará decidir si se va a quedar usted aquí sola o se marchará con su familia.
ANTONIA: (VUELVE CON DOS VASITOS DE PLÁSTICO.) No, yo no tengo ganas de empezar de nuevo, ya no tengo edad. Pero, ¿y tú, qué vas a hacer tú?
SUSA: No tengo muchas opciones. Seguiré con mi vida, con mi trabajo y con mi pequeño mundo. No deseo más.
ANTONIA: (LE DA UN VASO A SUSA.) Claro.
SUSA: (MIRA EL VASO UN RATO Y LE DA UN SORBO.) Vaya que sí; en este tanatorio tienen buen café.
ANTONIA ASIENTE. DA UN SORBO.
SUSA: En el fondo la envidio porque seguro que llevaría muchos años casada con… (SEÑALA AL FORO.)
ANTONIA: Veinticinco años.
SUSA: Yo jamás llegaré a estar con nadie tanto tiempo. Es triste, ¿sabe? No tengo suerte con mis relaciones.
ANTONIA: No te preocupes porque para pasar el calvario que yo he pasado, mejor así.
SUSA: Ah, no, para sufrir no, lo tengo muy claro.
ANTONIA: Por eso te lo digo. Yo me he tirado años y años dedicándome a… (SEÑALA AL FORO.), ni amigas tenía, y me lo pagó poniéndome unos cuernos más grandes que los de un reno. Mi Paco era representante de lencería y…
SUSA: (ENTUSIASMADA.)¿No llevaría en su catálogo lencería comestible?
ANTONIA: No, no, era lencería normal, de mercadillo, vamos. Pero se ve que en más de una ocasión se ofrecía para probársela a sus clientas.
SUSA: Y usted esperando en su casa, como una tonta, con perdón.
ANTONIA: Y sin perdón. (FIRME.) Como una tonta.
SUSA: (VUELVE A SORBER DE SU VASO.) La verdad es que está rico.
ANTONIA: Mucho.
SUSA: Y con lo cafetera que es usted…
ANTONIA: Qué.
SUSA: ¿No se atrevería a probarse una de mis…? (GESTO DE BRAGUITAS Y DE COMER.)
ANTONIA: (RÍE.) ¡Uy, por Dios! Esas cosas no son para una mujer de mi edad.
SUSA: ¿Y eso quién se lo ha dicho a usted? No la voy a engañar: tengo clientas mucho más mayores que usted.
ANTONIA: Qué va, qué va, no te creo.
SUSA: Se lo juro. El sexo no entiende de edades.
ANTONIA: ¡Qué vergüenza!
SUSA: Vergüenza el que roba. Estamos en el siglo veintiuno, Antonia. Venga conmigo que le voy a regalar unas bragas negras como el café que saben a puro Colombia y que hasta Juan Valdés se enamoraría de ellas.
ANTONIA: Anda, anda, que no.
SUSA: Pues debería ir pensando ya en hacer una vida nueva. ¿Acaso piensa quedarse en su casa a ver pasar los días, sin vivir, sin salir y sin apenas ver lo que hay por el mundo?
ANTONIA: Pero eso no incluye comprarme bragas comestibles de café.
SUSA: ¡Vámonos esta noche de cena y lo discutimos!
ANTONIA: ¿Yo, de cena? Si hace años que no sé lo que es salir de casa. Lo más lejos que he salido a cenar es a comprar la cena en Mercadona.
SUSA: Por eso. Conozco yo un sitio… (BAILA COMO UNA GOGÓ.)
ANTONIA: Susa, espera, que está mi Paco ahí, más tieso que una mojama…
SUSA: (TIRA DE ELLA.) No se va a levantar. Vamos, la invito y hablamos de mis braguitas. Venga, mujer.
ANTONIA: Pero, Susa, espera.
SUSA: Nada de espera, Antonia, empiece a vivir. Coja su bolso y vámonos. Mañana venimos y le damos sepultura al hombre que la ha tenido toda la vida apartada del mundo. Punto final.
ANTONIA: Si la verdad es que no te falta razón. Es que no sé ni lo que es el “placer” ese del que hablabas. Tengo menos mundo que una monja de clausura.
SUSA: (AGARRA A ANTONIA.) Pues sabe lo que le digo, que también vamos a hablar de unos juguetes muy monos que tengo en la tienda que en cuanto los pruebe no va a querer otra cosa, porque no hay mejor placer en la vida que…
ANTONIA: (RIENDO.) Pero Susa, Susa…
AGARRA SU BOLSO Y SALEN POR LA IZQUIERDA, SUSA: ARRASTRANDO A ANTONIA, QUE SE RESISTE TIMIDAMENTE. MÚSICA Y OSCURO LENTO.
ANTONIA: (DESDE DENTRO, SIN DEJAR DE REÍR.) ¡¡¡Pero Susa, que me pierdes!!!
OSCURO
Tercer premio: La pistola de Chejov
Autor: Alberto Palacios Santos
Nacido en Salamanca en 1971, es licenciado en Historia y ha publicado diversas obras literarias, tanto de género teatral, como relatos; entre las cuales destacan numerosas obras de microteatro, como “Semáforo en rojo”, premio Electra-La Malhablada; “Las Vegas”, “Limonada o salmorejo”, “Llamadas bajo la lluvia”, o “La bruja marrón”; todas ellas galardonadas en diversos certámenes nacionales; así como diferentes relatos que han recibido también diversas distinciones, como el Premio de Narrativa Breve UNED (2017), entre otros.
TEXTO
LA PISTOLA DE CHEJOV
Obra en un solo acto con prólogo y epílogo
PRÓLOGO
Narrador (En off): Decía el dramaturgo ruso Antón Chejov que si una pistola aparece en el primer acto de una obra, debe dispararse en el último. Como verán, en esta historia la primera premisa se cumple al instante, en cuanto empieza la representación se muestra un arma, el reto será que esa pistola se dispare en el único acto de una pieza tan pequeña.
Todo va a tener lugar en un espacio limitado y en un tiempo muy corto, introducir un elemento tan determinante en ese universo es, por tanto, como jugar con fuego. A ver quién se quema antes.
OBRA
Un salón de una casa humilde, la tele, una mesa y dos sofás, un hombre de unos cuarenta años lee un periódico deportivo, una mujer ―su esposa― que también ronda esa edad, entra en escena; está contenta, como si llegara de un largo paseo, con ganas de contar lo que le ha pasado por el camino.
Ella (Entra en el salón con una pistola de la mano y el bolso en la otra): ¡Me han regalado una pistola!
Él (Está leyendo el periódico y no levanta la vista, no mira a su mujer, no la ve entrar y por tanto no ve la pistola): Parece que va a llover en el estadio a la hora del partido.
Ella (Deja el bolso sobre la mesa, guarda la pistola entre la ropa y continúa hablando muy animada, como si él le hubiera respondido): Ha sido de lo más tonto, iba por la calle… venía de ver a mi hermana, ya sabes, y en lugar de volver por la avenida, como siempre, he cruzado el parque… no sé, me apetecía pasear un poco… y justo después de pasar la fuente ha aparecido el tipo ese.
Él (Mirándola, por fin): ¿Qué fuente? ¿Qué tipo? ¿Qué dices?
Ella: No sé un tío así como normal, con camisa a cuadros y un poco de barba, creo y con gafas, me parece, y acento argentino o de por ahí… Primero me pregunta que si tenía algún problema, así, de sopetón: “Señora, ¿tiene usted algún problema en su vida?” Y yo,”Imagínese, la casa, es decir, ‘la hipoteca de la casa’… los chicos, es decir, ‘el paro de los chicos’, que no me trabaja ninguno, ni el Jorge con to’ lo echao pa`lante que es, ni la Sonia, que solo tiene tiempo para novios… “¿Y el dinero?”, me preguntó, y yo, “será la falta de dinero…” ¡Cómo se reía el ‘jodío’!, y cuando acabó de reír, me dice: “¿Y con alguien?, ¿tiene usted algún problema con alguien?” Y yo “¿A parte de con mi marido?” Y él “Con su marido o con quien sea.” Pues imagínese, problemas con el del banco, que dice que aunque ahora no tengamos ingresos la hipoteca no puede esperar,… problemas con mi jefa que me ha bajado el precio de la hora por quitarle la mierda de su casa….
Él: Si te sigue pagando esa miseria te buscas otra y le dices que se lo limpie ella con la lengua, o mejor con los labios esos siliconados que se ha puesto.
Ella: “¿Y con tu marido?” Y yo: pues mire desde lo del accidente está todo el día en casa, ha pasado tanto tiempo que ya no le pagan nada, así que ahí lo tengo, con el Marca siempre encima.
Él: No es el Marca mi vida, es el As… y si estoy todo el día en casa no es para verte a ti, estoy de baja, a ver si te enteras de-ba-ja, lo que pasa es que este sistema es una mierda… y yo así no puedo volver a la obra. Si tanto te gusta, vete tú, a ver qué tal te va.
Ella: Eso le dije, está de baja, pero, claro en casa todo el santo día, y ya le dije que tú tienes tus proyectos y tus cosas, pero bueno que tampoco nos llevamos mal porque, la verdad, es que no nos hablamos mucho…
Él: Ya lo hablas tú todo, como se puede ver…
Ella: Ni nos hablamos ni nos miramos porque tampoco me miras en todo el día… bueno, me miras, pero no me ves, tendría que salir en el Marca para que me miraras, o en la tele un día de partido, o sea todos.
Él: Sí hombre tú en la tele, lo que me faltaba… con que le quitaras el polvo de vez en cuando me bastaba.
Ella: Y el tío ese: “Así que su marido es uno de esas personas que necesitan un acontecimiento que les haga reaccionar.”
Él: “Un acontecimiento… ¡Un acontecimiento!” ¿Pero qué manera de hablar es esa?
Ella: Y yo, “pues sí señor mío, pero me parce a mí que el único acontecimiento que mi marido espera son los juegos olímpicos esos”.
Él: ¡Los mundiales!, burra.
Ella: Y él, que empieza a definirte, vamos, a retratarte y te saca clavado: “seguro que se trata de un hombre sin objetivos, sin ilusiones y que vuelca en ti ―o sea en mí― sus frustraciones, seguro que un día tuvo un sueño, pero que ahora ya lo ha olvidado… “
Él (enfadado): Pero ¿qué dices?, ¿qué estás diciendo? A ver, ¿quién es el tío ese de quien me hablas?, por qué te tiene a ti qué decir nada de mí, es más ¿por qué te paras por la calle a hablar con un tío? y además, a hablar de tu marido…
Ella: Que no, que no quería hablar, que sólo quería regalarme una pistola.
Él: Me estoy empezando a cabrear ¿eh? ¿Qué tontería es esa de la pistola?, ¿ya te ha vuelto tu hermana a meter gilipolleces en la cabeza?, ¿qué película habéis visto? Mira que te tengo dicho que no veáis películas, que os trastornáis las dos…
Ella: No hemos visto ninguna peli, este hombre salió así de repente, ya te digo, al pasar la fuente.
Él: Sí y se encontró una pistola en el fondo y te la dio.
Ella: No, no… Llevaba la pistola encima y me la regaló porque dijo que creía que la necesitaba. Me explicó una historia muy curiosa, que según la oyes parece tal cual un cuento, pero me juró que es real. Me dijo que dos veces al año, en primavera y en otoño, creo, se reúnen él y toda su familia en una casa muy grande que tienen no sé donde, en el extranjero, en un sitio con playa, y que, después de hacer un gran banquete…
Él: ¿Vas a tardar mucho? voy a salir dentro de un rato y me gustaría acabar el periódico antes.
Ella: No, no… tardo poco… me dijo este señor…
Él: Ah, bueno, ahora es un señor, menos mal, me había preocupado.
Ella: Me dijo, que después de comer, a la hora de servir los licores, juegan a un juego de mesa parecido al bingo en el que sortean quién de ellos será el encargado de entregar la pistola de esa temporada, a quien o a qué tipo de persona y en qué lugar del país. Por lo visto, el azar resultó que fuera este señor el que tuviera que venir hasta el parque y buscar a una mujer como yo, de mi estilo, vamos, con mi manera de vestir, de peinar y eso… y darme a mí la pistola.
Él: Vaya, sí que eres especial mi vida, elegirte a ti no es moco de pavo… ¡que me lo digan a mí!
Ella: Me dijo también que no me preocupara, que llevaban más de diez años haciéndolo y que siempre había sido un éxito, parece ―decía― como si el azar siempre acertara, como si la persona a la que le entregaban la pistola estuviera esperando a que ellos se la llevaran para cambiar su vida.
Él: Verdaderamente la gente no sabe qué hacer para pasar el rato, en vez de dar pistolitas de juguete podían dar sobres con dinero.
Ella (entusiasmada): ¡Eso es lo hacían al principio! Pero por lo visto no solucionaba nada, la gente como mucho pagaba alguna deuda o lo malgastaban en caprichos tontos…, lo de la pistola, sin embargo, me ha contado que es un éxito., que cambia… ¿cómo dijo…? ¡Estructuras!, ¡eso es! Que con la pistola se cambian estructuras.
Él: ¿Qué es eso de estructuras?
Ella: Pues me lo explicó muy bien, las estructuras son como el esqueleto de una persona o los hierros, o sea, las vigas que sujetan una casa… si la casa está mal no sirve de nada pintarla o cambiar el tejado, lo que hay que hacer es cambiar las estructuras… lo malo es que para eso hay que derribarla y volverla a construir.
Él: Volverla a construir… ¡será estúpido el tío!, ¡que estoy de baja! Dile a tu amigo que estoy de baja y no tengo ni ánimo ni fuerzas para construir nada.
Ella: Pues me ha dicho que todas las personas a las que le han regalado…”eso”, han cambiado las estructuras de su vida…
Él: (cortándola) Te voy a prohibir que pases por el parque, o mejor, que vayas a casa de tu hermana, porque siempre que vas a su casa vuelves con la cabeza llena de pájaros.
Ella: Me contó que gracias a las pistolas regaladas ha habido gente que ha solucionado los problemas con su hipoteca y con su banco, que ha mejorado mucho en su trabajo o han encontrado uno mejor, que han podido darse caprichos mucho mejores que los que proporcionan unos cuantos billetes en un sobre, vamos ¡que han cambiado su vida por completo!
Él: Prefiero lo de los sobres, a mí con un poco de pasta me basta para cambiar mi vida… no quiero pistolitas, que las carga el diablo.
Ella: Eso decía.
Él: Ese estúpido lo ha dicho todo antes que yo por lo que veo.
Ella: Decía que el diablo, ―o quien fuera― siempre lograba que la pistola tuviera un buen uso. Que ni una sola de todas las que habían regalado se había quedado sin disparar. Aunque contaba que también había quien después de usarla había terminado en la cárcel, pero como él dice, de ahí se sale y de la miseria no.
Él (levantándose): Pues qué bien… oye, hablando de miseria, ¿le has pedido lo que hablamos a tu hermana?
Ella (entristeciéndose): Se lo he pedido, pero sólo me ha dado para la compra de mañana.
Él (acercándose a ella): Bueno, pues dámelo que tengo que salir.
Ella: Es para la compra, ya te lo he dicho, si te lo gastas en el bar no nos va a dar más.
Él (registrándola): Venga, no me hagas soltarte un sopapo, saca ya el dinero, que me esperan.
Ella (resistiéndose): ¡No, déjame, deja el dinero por favor! (En el forcejeo él encuentra la pistola entre la ropa y la coge).
Él: ¡Hostias! ¿Pero esto qué es? ¿Qué llevas aquí?
Ella (sofocada): La pistola,…es la pistola que me ha dado el señor ese.
Él (toqueteando la pistola): Esto pesa, esto es de verdad… (gritando) ¿Qué ibas a hacer desgraciada? ¿Ibas a pegarme un tiro?, ¿eh?, ¿es eso lo que ibas a hacer? ¿pegarme un tiro?
Ella (desorientada): ¡No!, no sé qué iba a hacer… me la dio ese hombre y me dijo que me la llevara, que me ayudaría, que yo también podía cambiar de vida.
Él: ¿Cambiar de vida?, ¿tú?, ¿matándome a mí? ¡Pero qué dices desgraciada!, loca, que estás trastornada, esto me lo quedo yo, idiota, ¡que no te puedes fiar ya ni de tu mujer, hostias!
Ella: Devuélvemela, por favor, no es tuya, me la dio a mí.
Él: Ahora ya es mía y (apuntándola en broma) y dame la pasta, que tengo prisa. (Ella saca un sobre con dinero de entre la ropa y se lo da. Él lo abre, saca los billetes – cuatro billetes de 5 euros- y los cuenta)
Él: ¿Sólo esto? ¿Y con esto quiere la tacaña de tu hermana que nos alimentemos? (Riendo): ¡Vaya mierda de atraco que he hecho! (El hombre se guarda los billetes en el bolsillo delantero del pantalón y la pistola en el de atrás).
Él: El próximo día le dices a tu hermana que no sea tan agarrada, que a ella le sobra… En fin, me voy donde los chicos un rato, (con ironía, acariciándole la cara) y no abras a nadie ¿eh? No vaya a ser el lobo… o el tío del parque que venga a por su pistolita. (Él se da la vuelta y sale del escenario).
EPÍLOGO
Narrador: (Ella va haciendo lo que el narrador indica) Cuando su marido sale de casa ella queda sola y derrotada, entonces, con tranquilidad, abre el bolso y saca otra pistola, sin cambiar su expresión sale del escenario con la pistola de la mano.
(El escenario se queda vacío. Fuera de escena se oye un disparo).
Narrador: Se apagan las luces. (El escenario se queda a oscuras). Conseguido, Chejov tenía razón.
FIN
Imagen: Cottonbro studio